¡Déjame ser libre madre!
- Angela Marina Coll García
- 26 may
- 2 Min. de lectura
Llegó el 20 de abril, y con ello el comienzo de las deseadas vacaciones de Pascua, semana festiva en algunas de nuestras comunidades autónomas; al mismo tiempo que vamos enlazando y despidiéndonos de otras celebraciones religiosas y culturales como la Semana Santa o Pesaj.
¡Sí, Pascua!, esos días donde la gran mayoría de los niños juegan a la comba, vuelan la cometa, estrenan sus nuevas zapatillas “Pascueras”, comen huevos, longaniza y monas de Pascua y cantan melodías tradicionales como “La Tarara”. ¡Ay no!, ¿eso es lo que hacen nuestros niños actualmente o hablamos de un recuerdo maravilloso del pasado?
Me encuentro paseando entre el bullicio de la ciudad, dejando atrás la playa de la Malvarrosa; donde a penas se veían menos de una decena de criaturas volando sus cometas. Aquí estoy en plena urbe donde mis ojos solo ven diferentes tipos de Vans, Adidas, Nike…y donde a nadie le sostienen esas queridas “Pascueras” que pintaban el asfalto generando más colorido que el propio arcoíris…; levanto mi mirada con la esperanza de encontrar un parque lleno de muchachos cantando mientras saltan a la comba y se comen su mona de chocolate, pero en cambio solo encuentro jovencitos con sus dispositivos tecnológicos o incluso niños merendando su “Happy meal”, aunque sin dibujar en su rostro la expresión “happy/feliz”. ¡¡¡Oh Dios Mío, nos estamos volviendo Tararas!!!
Son las cinco de la tarde y finalmente ya me encuentro en el salón de casa, algo desorientada por toda la mezcla de vivencias experimentadas en esta caótica mañana y con la nostalgia, en este caso una combinación de melancolía y felicidad, de recordar tiempos pasados.
- ¡Mamá, ya estoy aquí! - exclamó Ana desde el recibidor. Ana Paula Peñaranda Peralta es mi hija de quince años.
- ¿Cómo ha ido el día “filla”? - respondí.
- No estuvo nada mal, a Elías y a Sara les han regalado el nuevo iPad pro 13 y hemos pasado la mañana toqueteándolo a la vez que jugábamos a la PS5 en la súper tele que te dije que se compraron hace unos meses. ¡Quiero una igual!
Mientras escuchaba a Ana me percaté que Gabriel, mi pequeño de ocho años, aun no había terminado con sus deberes escolares. El pobre se había propuesto terminarlos lo antes posible para no estar “condenado todas sus vacaciones”; esas fueron sus palabras exactas al llegar de la Escuela.
¡Ring-Ring…!, suena el despertador.
- ¡Papás, despertad!- exclama Gabriel-. ¿Qué vamos a hacer hoy?, ¡es día 20, primer día de Pascua!
En ese mismo instante de despertar me di cuenta que lo único que necesitaban mis hijos era experimentar la verdadera libertad, afrontar la realidad de la época que están viviendo con el objetivo de conseguir alejarse de tal absurda esclavitud.
-Vivir- respondí. Coged vuestro violín, un libro para leer y una pequeña maleta de mano, ¡nos vamos al Picazo!, allí comeremos Migas de niño, Almortas y Moje, nos llevaremos la comba y disfrutaremos del pueblo de nuestros ancestros. Vale.
Fin
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