La felicidad
- Esperanza Marín Cardiel
- 26 may
- 2 Min. de lectura
Aquel atardecer, dando un pequeño paseo, llegué a un riachuelo. Cuando me acerqué con torpeza al agua, mi silueta, casi invisible, se reflejó quebrada en el agua. Me hizo pensar, con una sonrisa, en mi delgadez extrema; mis rodillas eran tan finas que se adivinaba el hueso. Aquella enfermedad me consumía lentamente sin remedio.
Esa noche, recordando mi reflejo, decidí olvidarme de mi aflicción, que me atormentaba, y aunque no era física, se evidenciaba en mi cuerpo malogrado.
En un acto de confianza, quise superar mi locura y trastorno que me tenía prisionero. Fue entonces cuando pensé en el agua cristalina que corre sin miramientos, ajena a todos los ojos que la observaban, y mi libertad apareció inminente. Como si fuese un pajarillo, caí por la ventana; con los brazos extendidos, sin poder siquiera volar, me taparon con una manta en el suelo mientras trataba de respirar, y por mi nariz resbaló un hilillo de sangre.
Empecé a sentirme bien por fuera, a la vez que veía desde mi interior a la gente arremolinada. Era una sensación extraña.
Ahora, aquí tumbado y arropado, todo me parece diferente. Estoy relajado, me siento gozoso y mi aspecto ha mejorado; ya no me veo frágil y mis rodillas están redondeadas y fuertes. Mis ojos se van hundiendo poco a poco, mi sonrisa, sin tener motivo aparente, se va alargando.
Un escalofrío me convulsiona, no siento dolor, no veo a nadie cerca de mi , solo siento que la manta sube por mi cabeza; me quedo a oscuras, me libero de mis pesares y poco a poco voy dando paso a mi felicidad.
Sin venir a cuento paso a recordar mi niñez, me veo correteando por un parque al lado de mis padres, que vigilan mi debilidad, ya presente en mi infancia. Me sonrojo por dentro y me transporto a mi zona de confort, que siempre fue la misma, donde estaba protegido de todos mis males, donde se manifestaba mi estado de grata satisfacción y bonanza, y donde ahora se vuelve a hacer patente. Es mi segunda oportunidad.
Siento un último vaho bajo la manta y una baba se desliza por la comisura de la boca, que queda abierta en la oscuridad.
Por Fin DEP.
Comments