Después de años de avances, parece que poco a poco estamos perdiendo lo que se había conseguido. Parece que se ha anestesiado ese espíritu de lucha y que muchas de las personas que apoyaban el movimiento se desentienden de él.
Ese movimiento feminista que resurgió con optimismo, fuerza y valentía hace ahora 10 años, ha dado paso a una sensación de apatía y cansancio. Porque estamos cansadas; cansadas de que se sigan cuestionando a las víctimas de acoso y violación; cansadas de que se nos ignore en las reuniones de trabajo, en la investigación, en la política, en el deporte, en el arte, etc.; cansadas de tener que callar para no incomodar.
Hay que recordar que este movimiento no lucha por quitar derechos a una parte de la población, lucha por la libertad y la igualdad real de las mujeres. Es decir, simplemente luchamos por disfrutar de unos privilegios que hasta ahora han estado reservados a los hombres.
Desde luego, es una lucha que incomoda, requiere ponerse frente al espejo y cuestionar todo lo que sabemos, lo que pensamos, lo que sentimos.
No es de extrañar que según un informe de Ipsos, el 60% de los españoles creen que el feminismo ha llegado demasiado lejos en promover la igualdad de género. A lo mejor molesta que se esté cuestionando un sistema que durante generaciones ha olvidado a la mitad de la población.
Por eso da tanta rabia que cada 8 de marzo nos lleguen mensajes de "feliz día a todas las mujeres". ¿Felicidades por qué?, ¿Por ser mujer?, ¿Por tener que luchar el doble para conseguir lo mismo?, ¿Por cobrar un 18% menos por hacer el mismo trabajo?, ¿Porque el techo de cristal frena mis aspiraciones laborales?, ¿Por aguantar el sesgo de género en mi atención sanitaria?, ¿Por quedar siempre relegada a un segundo plano?
Un día de felicitaciones vacías, de buenas palabras que ignoran la lucha real de las mujeres el resto del año.
Este 8 de marzo no felicites, reivindica.
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